Anormales:
intérpretes de una realidad
Por: Julián Lambraño González
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Decididamente, todo depende del lugar y del medio. Creer en lo sobrenatural en la isla de la Grenouillère sería el colmo del desatino... pero ¿no es así en la cima del monte Saint-Michel, y en la India? Sufrimos la influencia de lo que nos rodea. Regresaré a casa la semana próxima.
- El Horla
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La anomalía: creación de una realidad pensada desde el funcionalismo
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Mi hermano menor me preguntó por qué no puede integrarse con sus compañeros de clase. Realmente no está cómodo con la idea de pertenecer a un grupo de personas que habitan el mismo entorno. Su maestra se preocupa porque no comparte con los demás niños en el recreo y cuando les pide a sus estudiantes trabajar en equipo para la resolución de ciertas tareas, se decepciona al ver la gran dificultad que el niño tiene para relacionarse. A él no le interesa el estudio. Únicamente las historietas de MARVEL. Reprobó Ciencias por ese motivo.
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Desde una mirada funcionalista, la sociedad es un constructo de sujetos integrados que actúan de manera coherente bajo los parámetros de una misma realidad que es regulada por distintos “entes” disciplinarios. “la teoría funcionalista adopta un modelo organicista de sociedad, donde el concepto de función sirve para explicar las relaciones entre un todo (organismo) y sus partes diferenciadas (órganos). Dicha relación se define en términos de "necesidad", es el todo el que precisa que sus partes satisfagan determinadas necesidades mediante tareas diferenciadas” (Cadenas, 2016).
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La analogía de un salón de clases permite acercarnos a la idea del funcionalismo: el entorno es el aula; la sociedad, quienes se encuentren dentro; los normalizadores, la maestra y los sujetos individuales, cada uno de los estudiantes. Todos juntos se integran para hacer funcional su hábitat. Son formados dentro del mismo medio y “el medio modela a los sujetos que lo habitan” (Roncallo-Dow, Uribe-Jongbloed, & Goyeneche-Gómez, 2016, pág. 53); sin embargo, no todos los individuos son funcionales. Como mi hermano no ha aceptado su rol dentro del aula, entonces se convierte en una anomalía.
En el seminario “Feos, sucios y malos” (1975) el filósofo Michel Foucault analizó la figura de aquellas personas no-normalizadas. Explicó que la base del control social moderno es precisamente la forma en que los aparatos disciplinarios producen sujetos “normales” y/o “anormales” (disfuncionales). Según él, los anormales surgen de la unión de tres figuras: el monstruo, quién desacata las leyes naturales y debe ser aplacado por el médico y el teólogo (entes de normalización); el incorregible, a quien se debe aplicar una instancia más severa de homogenización (prisión u otra forma punitiva severa) y el onanista o masturbador, aquel que se contrae de cometer anomalías (como la del auto placer sexual) no por un castigo implantado, sino por la culpa que siente al cometer su anormalidad. Juntos crean la figura del degenerado: aquel que no puede ser corregido (Foucault, 1975).
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Los acusados de cometer un delito, por ejemplo, se someten a pericias psiquiátricas (PSI)─ estudios psicológicos que arrojan posibles anomalías del sujeto de estudio─. Estas pericias, aunque repletas de falacias, tienen por objetivo demostrar que, en caso de que un acusado represente una anomalía es, probablemente, el culpable. Muchas personas, a las que nunca se les comprobó el supuesto crimen, son enviadas a la cárcel por ser dictaminados, de una u otra manera, como anormales. Una de las pruebas fundamentales que condenó a Nahir Galarza, una joven acusada de matar a su novio, fue una PSI. (Galarza Nahir Mariana, Homicidio doblemente agravado, 2018).
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Ahora bien, la analogía del salón de clases es un vago ejemplo de análisis. Se quedaría corta cuando se analiza críticamente. La realidad en la que confluyen los sujetos que habitan el aula (el entorno), antes de ser regulada, primero debió haber sido construida. Esa pre-regulación surte efecto en todos los elementos que comprenden la construcción social. Hablo del ambiente comunicativo. Del lenguaje, para ser más específicos.
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El lenguaje como medio para la construcción de realidades
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Sería reduccionista proponer que el lenguaje es un instrumento a través del cual los seres humanos expresan el pensamiento que, a priori, han formado en su mente. Las palabras no solamente sirven para convertir en enunciados inteligibles lo que pensamos y son varias las preguntas (y las teorías que las originan) que surgen para intentar comprender los magnos efectos que tiene el lenguaje en nuestra realidad. ¿Es el lenguaje consecuencia de los estímulos externos? O, por el contrario ¿es el intérprete de esos estímulos? Sin duda, una de las más interesantes sería ¿el lenguaje es una necesidad humana para la interpretación de la realidad?
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A comienzos del siglo XIX, el filósofo alemán Wilhem Von Humboldt se planteó el lenguaje de un modo distinto. Para él, lenguaje y pensamiento; conocimiento y expresión, eran una sola cosa. Con este planteamiento, se dio paso a la idea de que no existe una verdad objetiva, que no existen palabras ni enunciados que designen mejor la realidad que otros:
Es el lenguaje la condición de posibilidad del pensamiento en la medida en que tiene un poder constituyente (conformador). Esto significa que es el lenguaje el que permite que el mundo se represente (conceptualice) en el pensamiento; es decir, ni el mundo ni el pensamiento tienen una existencia previa a la intervención del lenguaje. Por tanto, el lenguaje es un mediador, un puente entre el pensamiento (naturaleza interior) y el mundo (naturaleza exterior). (Rodrígez, S/f).
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Ante un mismo objeto, dos personas pueden tener sensaciones distintas y la palabra que utilizarán para expresar eso que sienten, no será la misma. Si esto sucede es porque no hay nada en los objetos que exija a los sujetos designarlos de una manera concreta, o por lo menos el ser humano no lo percibe. El profesor Albert Chillón dictamina que “no hay un mundo único e inmutable fuera del hombre, sino que el lenguaje crea mundos, reforma la realidad, da forma a la realidad, no está supeditado a ella, la funda. Y por ello no hay un mundo sino muchos mundos” (Chillón, 1998).
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Para comprenden mejor los postulados, analizaremos la función del lenguaje en la película The Arrival (Villeneuve, 2016) que, aunque ciertamente es una película de ciencia ficción, fue magistralmente planteada desde interesantes enfoques argumentales. Uno de esos enfoques es, acertadamente, la importante función que cumple el lenguaje en los seres humanos.
En la película, doce naves extraterrestres aparecen en distintos puntos de la tierra y, junto con los gobiernos del mundo y varios científicos, Louise Banks, doctora en filología, se da a la tarea de entablar comunicación con los seres intergalácticos descifrando su idioma. Al cabo de unos meses, Louise va sintiendo cómo el contacto con los “heptápodos” está afectando su forma de ver el mundo. Surge entonces una nueva pregunta: ¿el lenguaje es el medio que modifica nuestra manera de ver, percibir e interactuar con la realidad? La respuesta es sí.
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La hipótesis de Sapir-Worpf afirma que hay una relación entre las categorías gramaticales del lenguaje que una persona habla y la forma en que la persona entiende y conceptualiza el mundo (Sapir, 1971). En términos neurolingüístcos, sumergirse en una determinada lengua puede modificar la estructura y función del cerebro. Pensamos con palabras, y por eso no piensa igual un chino que un angloparlante o que quién habla una lengua romance (Whorf, 1999).
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La función del lenguaje es entonces la de describir, delimitar y agrupar los elementos que definen la realidad en la que se vive para todos los sujetos que convivan dentro del mismo entrono comunicativo. El lenguaje permite al aula de clases interponerse como una realidad casi generalizada. Una realidad normalizada. Pero, como vimos, dos sujetos pueden tener diferentes interpretaciones de la realidad. Las anomalías surgen cuando esa interpretación no es la esperada.
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Estimulando la realidad
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Para entender más a fondo al sujeto funcional o disfuncional, hay que tener claro que constantemente los individuos están expuestos a estímulos repletos de información y sus reacciones a los mismos demuestran su comprensión de la realidad. A este fenómeno se le conoce como percepción.
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Para la psicología moderna, la interacción con el entorno no sería posible en ausencia de un flujo informativo constante. La percepción puede definirse como el conjunto de procesos y actividades relacionados con la estimulación que alcanza a los sentidos, mediante los cuales obtenemos información respecto a nuestro hábitat, las acciones que efectuamos en él y nuestros propios estados internos .
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Existen innumerables estímulos externos que surten efecto en nuestra manera de ver la realidad. “Si algo marca un rasgo humano, es precisamente la curiosidad, la pulsión por lo desconocido, que, junto con el miedo, nos produce una extraña fascinación” (Roncallo-Dow, Uribe-Jongbloed, & Goyeneche-Gómez, 2016, pág. 43).
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Analicemos un estímulo externo que afecta nuestra realidad. El mundo del entretenimiento, por ejemplo, como normalizador de la cultura, es un continuo productor de estímulos. La creación de estereotipos es una táctica frecuente a la hora de homogeneizar la realidad.
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El video musical de Don’t Stop the Party (Pitbull, 2012) fue dirigido por David Rosseau y rodado en Miami. La letra combina inglés y español y el registro verbal se corresponde con el visual, ensalzando la actitud festiva y la diversión, así como la relación con la figura femenina presente también en la letra.
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Sin embargo, es usual que el rol de la mujer se represente de forma accesoria al papel recreado por la figura masculina. Mientras el hombre –principalmente el cantante– aparece con una posición protagonista, la mujer se muestra casi como una masa que conforma la fiesta y que carece de entidad e identidad propia. Los personajes femeninos que pueblan las diferentes escenas abarcan actitudes de despreocupación sexual y de forma festiva, interactúan con el cantante como si se tratase de una figura de poder que ellas desean y veneran. La relación entre hombres y mujeres no se presenta de forma igualitaria y equilibrada, sino que se insiste en la perpetuación de los prejuicios y estereotipos de género a través de los medios de comunicación de masas. Este es uno de millares de ejemplos de estímulos que normalizan los estereotipos y forman nuestra realidad.
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Pero, ¿qué pasa cuando la percepción de esos estímulos se codifica de manera distinta? Entramos en terreno de lo disfuncional.
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Sujetos anormales como intérpretes de una realidad
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En El Horla (de Maupassant, 1887) se construye a un narrador que ciertamente está lejos de considerarse un sujeto normal, ¿está loco o es disfuncional? Si un sujeto no codifica la realidad como los demás, entonces se le tilda de loco. El narrador es un anormal, uno que crea su propia realidad, uno que le otorga un cuerpo a la incertidumbre, que invita a sus angustias a tomar agua y leche y que duerme con el monstruo que se llama miedo. La locura es una realidad: disfuncional, pero real. El Horla es real, es la representación eficaz de la habilidad humana para construir sus propios entornos. Este ente definió la vida del narrador, estimuló su propia creación, se convirtió en un elemento de dentro de su hábitat y fue interpretado dentro de sus límites lingüísticos:
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Y mis ojos no pueden distinguir al recién llegado que me oprime. ¿Por qué? ¡Oh! Recuerdo ahora las palabras del monje del monte Saint-Michel: "¿Acaso vemos la cienmilésima parte de lo que existe? Observe, por ejemplo, el viento que es la fuerza más poderosa de la naturaleza, el viento que derriba hombres y edificios, que arranca de cuajo los árboles, y levanta montañas de agua en el mar, que destruye los acantilados y arroja contra ellos a las grandes naves; el viento, que silba, gime y ruge. ¿Acaso lo ha visto usted alguna vez? ¿Acaso puede verlo? ¡Y sin embargo existe! .
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El aula de clase está ahora nutrida de varios componentes y, aunque superficial, esta analogía permite que comprendamos, a menor escala, el entorno en el que nos desarrollamos. Sujetos funcionales o disfuncionales, todos habitamos una realidad. Aquella que interpretamos. La realidad que nos hemos creado.
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Referencias
Chillón, A. (1998). El «giro lingüístico» y su incidencia en el estudio. Obtenido de Universidad Autónoma de Barcelona: https://www.raco.cat/index.php/Analisi/article/download/14987/14828
de Maupassant, G. (1887). El Horla. Francia: Le Gaulois.
Foucault, M. (1975). Brutti, sporchi e cattivi. (M. Foucalult, Intérprete) College de France, París, Francia.
Galarza Nahir Mariana, Homicidio doblemente agravado, J/408 (El tribunal de Gualeguaychú 24 de Junio de 2018).
García, R. (3 de Marzo de 2006). La construcción de la realidad a través del lenguaje. Obtenido de Eikasia Revista de filosofía: http://www.revistadefilosofia.org/construccion.pdf
Oviedo, G. L. (Agosto de 2004). La definición del concepto de percepción en psicología. Obtenido de Scielo.org: http://www.scielo.org.co/pdf/res/n18/n18a10.pdf
Pitbull. (2012). Don’t Stop the Party.
Rodrígez, C. G. (S/f). La teoría lingüística de Whilem Von Humboldt. Obtenido de Dehesa: http://dehesa.unex.es/bitstream/handle/10662/2679/0210-8178_17_165.pdf?sequence=1
Roncallo-Dow, S., Uribe-Jongbloed, E., & Goyeneche-Gómez, E. (2016). Volver a los clásicos. Chía: Uniediciones.
Sapir, E. (1971). El lenguaje. Introducción al estudio del habla. México: Fondo de cultura económica.
Villeneuve, D. (Dirección). (2016). The Arrival [Película].
Whorf, B. (1999). Lenguaje, pensamiento y realidad. Barcelona: Círculo de lectores.
Cadenas, H. (2016). La función del funcionalismo: una exploración conceptual / The function of functionalism: a conceptual exploration. Sociologias, 18(41), 196–214. https://doi.org/10.1590/15174522-018004107